El ataúd blanco
¡Qué triste aquel sol que cubría la tarde! El viento iba despacio,
secando algunas lágrimas, y un murmullo de pasos lentos me llegó
desde lejos. Eran siluetas de luto, llevando un ataúd blanco. Una
niña rubia había muerto, en Diciembre y de mañana.
Avanzaban en silencio, y se detuvieron en el parque. "El parque de
los pinos", donde agitara sus trenzas en un alegre y bullicioso
corretear. Pero estaba ya muy quieta, y se habían callado para
siempre las preguntas de su boca.
Jugando con el revólver de su padre, y sus cuatro años inocentes,
de pronto la sorprendió la muerte. Su breve vida se esfumó en el
sol del mediodía, cual burbuja de jabón delicada y transparente.
Estaba tendido el ataúd en el césped; habían muchos niños, mucha
gente alrededor,...y de pronto se distinguió entre todas, una figura
femenina, toda vestida de blanco. Tenía los ojos en inalcanzable
distancia. Parecía haber gastado todas sus lágrimas.
-"Es la madre."- se escuchó murmurar.
Tenía algo de digno su semblante, en aquella triste serenidad que
Dios le daba a cambio; (quien ha sufrido tanto, tiene algo de grande),
era como si estuviera rodeada de una luz gloriosa, como si se le
hubiera ensanchado el alma.
Y yo nunca he podido olvidar a esa madre. Aún ahora, después de
tanto tiempo, al pasar por su puerta, siento vivo el terrible peso de
su tristeza. Y yo me he visto a mi misma, llorando en esos ojos de
madre.
Habían subido el pequeño ataúd a la carroza blanca; el sol
declinaba ya, y la pobre mujer se encaminó al auto, pero ¡cuánto
dolor arrastraba en su andar! Con los brazos vacíos, sin su ángel
querido, se fue camino del cementerio, con un sufrimiento
inexplicable en su mirada. Mirada de madre que no he podido
olvidar, porque me sigue lastimando.
INGRID ZETTERBERG
Esto sucedió en la vida real hace mucho tiempo
a solo dos cuadras de la casa donde yo vivía.
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