A LA HIJA DE MI ALMA
Tu presencia hija amada,
tu figura juvenil y transparente
perfilándose en la puerta
de nuestra humilde casa.
Tu sonrisa clara de esperanzas,
de reencuentros apacibles
después de las horas largas
desperdigadas en la ausencia.
¡Ah, tu carita iluminada!
fue la mejor ofrenda de amor
en la tarde de mayo
que perdió su traje de sol.
Me regalaste la paz
de una tarde inmensa
y sosegada,
entre risas y palabras
que fluían
en los instantes de aromas
junto a tu hermana.
Mientras mis ojos confiados
se paseaban entre tu sonrisa plena
y las cosas que no tienen relevancia,
escaparates, joyas brillantes,
prendas de vestir
y luces parpadeantes.
Pero allí estabas tú
abrigándome en tu mirada.
¡Ah, tus ojos hija amada!
tienen el don de suavizar mis pesares.
Hoy te vi,
hoy fui feliz
entre galletas con atún
y tequeños preparados
con la finura de tus manos.
Yo escuchaba tu voz rezongando
a los perritos que te abruman
con sus travesuras
y correrías.
Hoy disfruté de la vida.
Pero llegó la noche avanzada
y tuve que regresar al hogar.
Está fría nuestra casa.
Ayer entró por esa puerta
tu risa amada,
tu humilde alegría,
pero te alejas de mi vera,
tú siempre te ausentas,
hija de mi alma...
Pero te buscan mis ahogadas penas;
mis brazos de madre
siempre te esperan.
Hasta otro mediodía mi amor,
hasta otra luna nueva.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a mi amada
hija Stephanie
cuando se mudó a su propio nido.
De mi poemario
"Por el valle de los aromas"
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