AL HIJO DE MI DOLOR
Hijo amado,
me falta vida
para evocar
la tarde aquella
en que por camino
bordado de flores,
llegaste
hasta mi regazo.
Tu pequeño llanto
como gorjeo
de tibio pajarillo,
se quedó en mis oídos
para siempre.
Hijo amado,
tú me convertiste
en madre,
en voz de arrullo,
en risa y llanto.
Tú me enseñaste
a amar.
¡Cuántas noches
te acuné
en mis brazos
inexpertos!
Y lloré contigo,
inocente
y puro amor.
Hijo de mi dolor,
hoy que eres
un hombre al fin,
se contrista mi alma
por el daño que te causó
mi inexperiencia.
Mas por ser tú
mi primogénito,
en ti he puesto
mi bendición.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a mi amado
hijo Raphael
De mi poemario
"Ciento cincuenta
poemas del alma"
Derechos reservados
Safe Creative Cta. 1006080193112